
El fiasco que resultó la convocatoria a una segunda marcha presuntamente hecha por la Generación Z, empoderó a sus críticos desde el gobierno que, como ha ocurrido en otras ocasiones, preparan una contramarcha de desagravio.
El pretexto puede ser cualquiera, pero esta vez, se está invocando la celebración del “séptimo año’’ del arribo al poder de la llamada 4T, el 6 de diciembre próximo.
Para ello, han comenzado a girarse las instrucciones respectivas para que gobernadores, alcaldes capitalinos, presidentes municipales y toda persona con algún mando en Morena o en el gobierno, cumpla con su respectiva cuota de “invitados’’.
Acarreados pues, como ya se ha documentado en diversas ocasiones.
No se trata solo de una celebración, sino de una demostración de fuerza, del avasallamiento del gobierno y su partido a los ciudadanos que participaron el 15 de noviembre en la manifestación que reclamaba seguridad, entre otras cosas.
No habrá límites para el despilfarro, ni para la zalamería, pues se trata de “arropar’’ a la presidenta Claudia Sheinbaum, ahora que, según los mandos morenistas, fue “víctima de una campaña de la ultraderecha nacional e internacional’’.
A un año de gobierno, parecería muy pronto para que Morena convoque a una manifestación de desagravió, sobre todo considerando la popularidad que dice tener la mandataria.
El mensaje de la llamada “marcha del tigre’’, no es convocar a la unidad nacional, ni condenar los hechos de violencia en las manifestaciones, será una demostración de fuerza bruta que va dirigida no solo a los ciudadanos inconformes con el gobierno sino a las organizaciones civiles, de empresarios, los partidos políticos de oposición que osaron marchar para cuestionar las acciones de gobierno.
¿La unidad nacional?
Ya ni en el discurso.
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Un ejemplo de lo anterior fue la reunión que tuvo Sheinbaum con los diputados de Morena, el Verde y el PT, supuestamente para hablar del presupuesto recientemente aprobado.
Nada le habría costado a la mandataria tener un acto de civilidad política y reunirse también con los diputados de oposición, pues no por haber votado en contra de su presupuesto dejan de formar parte del Legislativo.
En seis años de gobierno, López Obrador jamás se reunió ni con los coordinadores parlamentarios de los partidos de oposición en el Congreso ni con los presidentes de los partidos políticos.
Jamás hubo un intento ya no de negociar, sino de acordar en favor del país.
Parece que este sexenio será igual, lamentablemente.
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El senador Ignacio Mier se subió al ring, seguramente por instrucciones superiores, para tratar de combatir con Alejandro Moreno en una arena que el priista domina con mucha ventaja.
Mier cuestionó el tono con el que Moreno se refirió al gobierno y al partido guinda después de la marcha del 15 de noviembre, en la que fueron detenidos 18 ciudadanos considerados por el senador tricolor presos políticos.
El poblano Mier, que no está exento de escándalos, le dedicó un mensaje en sus redes sociales a Moreno, criticando los cuestionamientos que hizo el campechano al gobierno.
“Alito con O, Moreno con P, tus alaridos no son denuncia, son diarrea verbal y nostalgia’’.
Dijo que el país “no está en manos del crimen organizado’’ sino “saliendo del sistema que parió tu propio partido’’, olvidando que su hijo, Ignacio Mier Bañuelos, hoy flamante diputado federal, se vió envuelto en un oscuro caso en el que el jefe de la policía de Tecamachalco, que gobernaba, y dos elementos más, asesinaron a tres ministeriales en ese municipio que investigaban huachicoleo y robo de transporte de mercancía.
El hoy diputado corrió a la Ciudad de México a refugiarse cuando se hizo público el crimen.
@adriantrejo






