» Una lesión cardiovascular frecuente pero ignorada

Esta nota fue creada el lunes, 7 octubre, 2013 a las 3:00 hrs
Sección: La corazonada

Eduardo es un joven contador público que conocí cuando me consultó a los 21 años de edad, pues tenía cefalea todos los días, veía lucecitas constantemente y escuchaba zumbidos casi todos los días.

Al tomarle la tensión arterial le encontré 188/120 mmHg, siendo lo normal 120/80 a su edad, además de que le encontré un soplo a todo lo largo de la espalda. Yo estaba seguro de que no habría pulsos en las piernas y efectivamente, al revisarlo no le encontré ningún latido en las ingles, ni atrás de las rodillas ni en los pies.

Sólo una enfermedad provoca este cúmulo de datos clínicos, por lo que yo ya estaba seguro del diagnóstico: padecía una coartación de la aorta.

Conviene recordarles que uno de cada seis mil niños que nacen en nuestro país, tiene una lesión cardiovascular congénita y que la coartación es la cuarta lesión en frecuencia, por lo que está muy lejos de ser una curiosidad médica.

Esta enfermedad consiste en un estrechamiento del mayor vaso sanguíneo de nuestro cuerpo. Este vaso, conocido como la aorta, es por donde sale toda la sangre que habrá de recorrer el cuerpo, previamente oxigenada en los pulmones e impulsada por el corazón a gran presión.

Uno de los órganos que más sangre recibe es el riñón, que se encarga de filtrarla para poder depurarla, pero además produce una hormona que regula la presión arterial. Cuando una persona tiene una coartación, no llega suficiente flujo sanguíneo y los riñones sienten que deben subir la presión arterial, por lo que secretan grandes cantidades de renina, esa hormona que participa en la regulación de la presión.

El estrechamiento se debe a un defecto de la pared de la aorta, que es de causa desconocida, consistente en un doblez hacia dentro de la pared, (como cuando se acoda una manguera) que se acompaña de tejido cicatricial y la formación de pequeños quistes. 

Entre mayor sea el doblez y la cicatrización desarrollada, menor será el flujo a través de la aorta y las molestias para el paciente se presentan desde su nacimiento y lo pueden dañar de manera permanente.

A pesar de esto, al menos la mitad de los pacientes con coartación, llegan a la edad adulta sin haber sido detectados como enfermos de la aorta, además de que uno de cada tres pacientes tiene una segunda lesión asociada.

La enfermedad que más comúnmente se asocia a la coartación es la estrechez de la válvula de salida del ventrículo izquierdo, una lesión progresiva conocida como estenosis aórtica.

Los pacientes tienen la presión alta desde niños, a veces a niveles muy peligrosos, pero si uno les registra la presión en las piernas, la encuentra normal, puede estar baja o de plano no detectarse, dependiendo del grado de coartación.

Todos tienen un soplo en la espalda y carecen de los pulsos normales en las piernas, de hecho no se les desarrollan igual que el resto del cuerpo, pues suelen ser muy delgadas.

Normalmente la revisión médica es suficiente para hacer el diagnóstico, pero puede apoyarse en otros estudios que definen la lesión. En la radiografía del tórax es muy sencillo ver que la aorta está estrecha y las costillas se ven erosionadas por el gran aumento de la circulación en el tórax.

El siguiente estudio que se les debe practicar es un ultrasonido del corazón, análisis llamado ecocardiograma, que se hace totalmente de manera externa.

En 1945 se practicó la primera cirugía para corregir una coartación de la aorta. Hasta esa época, los pacientes morían antes de llegar a los 40 años, debido a las complicaciones de la hipertensión arterial que les provoca el estrechamiento de este vaso arterial. La cirugía fue un gran logro y se practicó en México en 1954 por primera vez, en el antiguo Hospital General de Salubridad. 

A estos pacientes se les tenía que practicar un cateterismo cardíaco para definir las características de la lesión y poder operarlos con seguridad, pero todo este panorama cambió a mediados de los ochentas, cuando empezamos a resolver el problema con un catéter que lleva un balón en la punta. 

Este procedimiento se llama aortoplastía y consiste en meter el catéter por uno de los brazos y avanzarlo hasta cruzar el área estrecha. La aorta mide dos y medio centímetros en su luz, pero el área coartada puede tener menos de tres milímetros, por lo que en muchos casos resulta muy difícil pasar el catéter con balón, pero esto lo facilitamos al aplicar primero un alambre metálico protegido con silicón.

Con el paciente sedado, inflamos el balón para permitir que toda la aorta tenga el mismo diámetro. De manera inmediata desciende la presión arterial y en 24 horas el paciente es enviado a su domicilio sin medicamentos.

Nos dimos cuenta que un 30% de los pacientes volvían a estar hipertensos y al volverlos a estudiar, nos encontrábamos con que se les había coartado de nuevo la aorta.

Para eso se inventó en 1992 un dispositivo metálico que se aplica junto con el balón, se llama stent, es como un resorte muy elaborado y se fabrica con nitinol, una aleación de níquel y titanio, que conserva memoria de su forma original, por lo que cuando lo introducimos en el área estrecha y lo expandimos, ya no se retrae.

Este procedimiento es curativo, evita una cirugía de tórax abierto y el paciente se va a domicilio al día siguiente.

El problema es que nuestro sistema de salud está fallando en detectar a los pacientes en la infancia o en la adolescencia, pues cuando les aplicamos el stent ya en la edad adulta, al menos la mitad queda con hipertensión y hay que darles medicamentos de por vida.

Los médicos de primer contacto deben mejorar la calidad de sus exámenes físicos, pues la ausencia de pulsos en un niño o adolescente con la presión alta, es característico sólo de coartación y no se puede pasar por alto un diagnóstico que es obligado.

Mail: ricardo.jauregui03@gmail.com

Hasta la próxima.





           



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