» La guerra por el PRI-DF

Esta nota fue creada el lunes, 9 mayo, 2011 a las 22:05 hrs

Como el PRI del DF sigue sin tener un presidente oficial, la lucha por el control de lo que queda del otrora partidazo se exacerbará en las próximas semanas.

Ayer, por lo pronto, uno de los principales aspirantes y de quien se dice controla buena parte de la estructura priísta de la capital, Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, presentó su informe –en serio, no se ría-, de labores como diputado federal.

Lo novedoso del caso es que al informe acudió el mismísimo presidente del PRI,

Humberto Moreira, lo que fue interpretado como un “espaldarazo’’ a las ambiciones de Gutiérrez de la Torre que libra, en este momento, una batalla que podría tornarse cruenta en contra del grupo que encabezan Beatriz Paredes Rangel y María de los Ángeles Moreno.

Este grupo impulsa a la tabasqueña Beatriz Pagés para ocupar la presidencia del PRI del DF; Gutiérrez de la Torre comenzó su campaña con espectaculares colocados por buena parte de la cuidad en la que se lee “porque yo si soy del DF’’, en alusión al origen tabasqueño de la también diputada.

Se va a poner bueno.

Eruviel Ávila entregó el viernes pasado la presidencia de la Federación Nacional de Municipios de México (FENAMM), a la alcaldesa de Mérida, Angélica Araujo.

El movimiento no tendría nada de extraordinario si no fuera porque  el cambio de estafeta en la FENAMM se inscribe también en el proceso electoral ¡de Yucatán!, que deberá cambiar gobernador el próximo año.

Sucede que Araujo es una de las aspirantes del PRI para suceder a la veleidosa Ivonne Ortega; el asunto es que lo mismo quiere el presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Jorge Carlos Ramírez Marín, a quien los propios diputados del PRI ha cuestionado su “cercanía’’ con el presidente Calderón.

Lo cierto es que ya le pusieron enfrente un acicate que, además, recientemente fue nombrada presidenta del Centro Iberoamericano de Desarrollo Estratégico Urbano (CIDEU), que agrupa a 220 ciudades.

La Marcha por la Paz, convocada por el escritor Javier Sicilia, terminó siendo una guerra de consignas, una mezcolanza de grupos, de demandas.

Hubo desde quienes marcharon porque no fueron aceptados en el INBA hasta los infaltables electricistas de SME.

Sin demeritar ni soslayar la convocatoria de Sicilia y de reconocer que la exigencia de paz es unitaria en el país, la Marcha fue secuestrada por los grupos que la hicieron una especie de referéndum del gobierno calderonista.

Pero tampoco puede omitirse el hecho de que se la exigencia de paz, de no más sangre, debió tener por destinatarios también a las bandas del crimen organizado.

Quienes opinan distinto a la mayoría en cuanto a la responsabilidad del gobierno federal en la lucha contra el narcotráfico son atacados y acusados de ser alfiles del Ejecutivo porque hablar sin cuestionar nada, absolutamente nada de la marcha y sus patrocinadores es lo políticamente correcto.

Lo malo sigue siendo que nadie ofrece alternativas distintas a la claudicación o a la legalización de las drogas.





           



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