Veintiún delegados estatales de la Procuraduría General de la República (PGR) fueron renunciados el viernes pasado, en lo que supone el comienzo de la operación “escoba” tan anunciada desde la llegada de Marisela Morales a la dependencia.
No hubo, sin embargo, información sobre el destino de los delegados desplazados pese a que muchos de ellos estuvieron en funciones en estados en los que el narco ha sentado sus reales.
No se sabe si están a disposición de Recursos Humanos en la dependencia, es decir, si siguen dentro de la estructura de la PGR, si están sujetos a investigación o si de plano los corrieron, lo cual es sin duda un riesgo por la información que deben manejar.
No es la primera operación “escoba” que se hace en la PGR; la primera gran depuración la intentó hacer el procurador Jorge Madrazo Cuéllar, en el sexenio de Ernesto Zedillo.
Madrazo Cuéllar igualmente cambió delegados y despidió a más de 500 agentes federales que no pasaron los controles de confianza o se encontraban bajo investigación.
Un grupo numeroso de agentes despedidos se ampararon y años después ganaron un juicio de reinstalación; algunos siguen cobrando –quien sabe si trabajando- en la PGR.
La procuradora ya había enviado señales de que habría cambios en la PGR al remover a la mayoría de Subprocuradores y reemplazarlos por mujeres.
Pero en los movimientos de ayer el motivo no fue una razón de género ni mucho menos, si atendemos a la escueta declaración escrita que hizo la propia Morales:
“La depuración es fundamental dentro de la PGR para dar a la ciudadanía los resultados que legítimamente exige.
“El México de hoy requiere que quienes nos desempeñamos en cargos públicos lo hagamos con entrega total y responsabilidad al servicio”.
O sea que los corrieron. Por eso la procuradora Morales le debe al país una explicación.
El protagonismo del sacerdote Alejandro Solalinde le está restando fuerza y credibilidad a un movimiento que es un reclamo legítimo de familiares de migrantes desaparecidos.
Autonombrado defensor de los derechos humanos de los migrantes, Solalinde ha acaparado los reflectores que deberían corresponder a los directamente afectados.
Pero el sacerdote ya sucumbió al encanto de las sirenas mediáticas y le ha dado por proferir declaraciones como la de la semana pasada en la que le pidió perdón ¡a los zetas!, los asesinos de los migrantes.
Y ayer para no perder la costumbre solicitó nuevamente la desaparición del Instituto Nacional de Migración porque, desde su punto de vista, dese ahí comienza la corrupción que termina con el secuestro y muerte de los migrantes.
¿Qué tendrán los medios que pierden a los llamados “luchadores sociales” como el escritor Javier Sicilia?
Ojo, no se cuestiona la legitimidad de sus causas, sino las derivaciones de las mismas producto del protagonismo desmedido de sus “dirigentes”. No se hagan bolas.
¿Alguien se enteró que ayer la gobernadora Ivonne Ortega rindió su informe anual de labores? ¿No? Dicen que la fiesta fue para sus cuates. Imposible. ¿O no?