Escena 1.- Una joven empleada toma un taxi en la calle y le pide al chofer que la lleve por una ruta que ella conoce, rumbo a su trabajo.
El taxista la mira y le dice: “estás bien buena” y acto seguido comienza a masturbarse sin importarle los reclamos y gritos de la pasajera que exige bajarse.
Escena 2.- Otra mujer, toma un taxi en la calle y cuando llega a su destino, paga con un billete de 200 pesos.
El chofer mal humorado, le dice que no tiene cambio; la mujer responde que ella tampoco.
El tipo del revira: “hazte pendeja”.
Las dos escenas corresponden a videos subidos a redes sociales la semana pasada, no son ficción.
La lucha emprendida por los taxistas en contra de Uber y Cabify tiene un reclamo aparentemente lógico pero está lleno de sospechosos simbolismos políticos.
De entrada, no existe cifras oficiales sobre el número de taxis que corren por el DF; ni siquiera se conoce bien a bien cuántos choferes son dueños de sus autos con su respectiva placa concesionada y cuántos taxis pertenecen a flotilleros.
Los mismos taxistas “libres”, se quejan de sus patrones tienen flotillas de 500 o más autos; puede ser leyenda urbana, pero seguramente habrá más de uno que tenga esa cantidad o más.
Antes de que concluyera la administración de Marcelo Ebrard en el DF, hubo una movilización de taxistas que exigió también el retiro de los taxis piratas, unos 40,000, según cifras de entonces.
¿Qué pasó? Pues que el gobierno del DF, en lugar de realizar los operativos para retirarlos ¡decidió legalizarlos!
¿Se acuerda del famoso “Grupo Pantera”, que regenteaba a varios miles de taxis piratas? ¿Recuerda quien era uno de sus patrocinadores?
El grupo estaba al servicio del PRD y más particularmente de Andrés Manuel López Obrador.
Por eso no extraña que desde el gobierno de la capital las protestas se vean, indudablemente, no como un ataque a Uber y compañía sino al gobierno de Miguel Mancera, a poco menos de dos semanas de las elecciones intermedias.
Porque si de protestas contra la modernización hablamos, entonces esperemos que los carteros cierren todas las vialidades principales del DF en protesta por el uso masivo del e-mail y el whats app.
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Por alguna razón desconocida, en los medios electrónicos se hizo énfasis a los supuestos “seis segundos” que duró el tornado en Ciudad Acuña, Coahuila, y que destruyó 750 casas y mató, hasta ahora, a 13 personas.
Como sea, el tiempo que duró el meteoro resulta anecdótico ante la magnitud del desastre que demuestra, una vez más, que no se está preparado para una contingencia ambiental…y que las casas destruidas en lugar de parecer de cemento y varilla, eran casi de cartón.
Ya el presidente Peña estuvo la noche de ayer en el sitio para comprometer el apoyo federal para la reconstrucción, igual que ocurrió en Acapulco en el 2013.
Con la diferencia de que a la gira de Acapulco sí fue convocado en entonces titular de la SEDATU, Jorge Carlos Ramírez Marín y esta vez, no se vio en el pull presidencial a Jesús Murillo Karam, sustituto del yucateco.
Mmmm…
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Los candados que impuso desde el viernes pasado la Secretaría de Gobernación a la información de los hechos en Tanhuato, Michoacán, en los que murieron 43 presuntos narcos, han sembrado en medios y sociedad la duda de otro tlatlayazo.
De una ejecución extrajudicial en lugar de un enfrentamiento.
Ya los mandos de la Policía Federal y del Consejo Nacional de Seguridad han hecho todo un road show de medios para explicar que jamás se trató de un ajusticiamiento, sino de un enfrentamiento en el que incluso, “se pidió a los presuntos que se entregaran”.
Ahí están los hechos todos extraídos de las versiones oficiales que, por el contrario, contrastan con los testimonios de las rancherías vecinas recogidos por algunos enviados de radio.
Juzgue usted.