
México espera la llegada de 5.5 millones de turistas para el próximo campeonato mundial de fútbol, en el 2026.
Por lo menos la mitad de esos visitantes estarán en la ciudad de México, en donde se diputarán 5 de los 13 juegos que la FIFA le entregó a nuestro país; el resto del paquete se jugará en Monterrey (4 partidos) y Guadalajara (4 partidos).
Hace unos días, cuando comenzó el conteo final para el inicio del certamen, la jefa de Gobierno de la CDMX, se mostró jubilosa por la proyección que el evento dará a la capital y por el dinero que aportarán los visitantes a las arcas gubernamentales.
Sin embargo, para que se cumplan las expectativas, al país y la propia CDMX les urge una buena imagen.
Cuando ocurra el pitazo inicial al torneo, el 11 de junio del 2026, la CDMX estará en plena temporada de lluvias, a menos que a Tláloc también le guste el deporte de las patadas.
Está visto, probado y comprobado, que cualquier aguacero supera las capacidades de las autoridades capitalinas; ¿cómo harán entonces para que el temporal no afecte el tránsito de los aficionados al fútbol?
El drenaje en la CDMX está colapsado desde hace décadas y no se ve cómo, en el año que falta para el inicio del evento, Brugada y equipo puedan siquiera medio corregir las deficiencias del sistema de drenaje para mejorar la imagen de la ciudad.
El otro problema es la movilidad.
En los mundiales anteriores, los anfitriones se han lucido con transportes suficientes y eficientes.
Imagínese el día de la inauguración del evento, 11 de junio, al que asistirán 85,000 fanáticos al Estadio Ciudad de México.
Si pretenden viajar en Metro, nada les garantiza que no sufran un retraso de horas porque hubo que “retirar un tren de las vías’’ como ocurre diariamente, o que, a causa de una eventual lluvia, el Metro aplique una reducción de velocidad “por seguridad’’.
Imagine también la Calzada de Tlalpan, Insurgentes o el Periférico (lleno de baches), atascados porque no existe un programa de vialidad eficiente que agilice los traslados.
Si el transporte público es insuficiente y deficiente para los capitalinos, ¿qué cree que pasará con un millón de visitantes que necesitarán ocuparlo?
Está también el tema de la seguridad, que es el que más le duele internacionalmente al país.
A la CDMX (como al país entero) le urge una buena imagen, que no se logrará con mantras de política ni consignas ni retórica, sino con obras.
Obras.
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¡Vaya! Hasta que lo que queda de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).
La institución anunció en un comunicado que está por presentar una acción de inconstitucionalidad en contra de la reforma al código penal de Puebla con el que se pretende castigar el “ciberasedio’’.
No se precisó cuándo se presentaría el recurso, pero en el mismo documento se insta al congreso local a revisar el controversial artículo 480 de la reforma, que criminaliza cualquier expresión que, de acuerdo a la autoridad judicial “injurie, ofenda, agravie o veje a otra persona con la insistencia suficiente para causarle un menoscabo importante en su salud’’.
Esta ambigua y criticada redacción es lo que motivó las protestas de periodistas y colectivos a favor de la libertad de expresión, a tal grado que el gobernador Alejandro Armenta reculó la aplicación de esta ley, “sugirió’’ la realización de foros para discutirlo.
A ver si ahora con el anuncio de la CNDH termina por derogarla.
@adriantrejo