Roma.- Las mayores reducciones del hambre se lograron en Asia oriental y hubo un progreso muy rápido en América Latina y el Caribe, el sureste asiático y Asia Central, así como en algunas zonas de África, señaló hoy la ONU.
Según la más reciente edición del informe anual sobre el hambre de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el número de personas con hambre en el mundo se ha reducido a 795 millones, lo que representa 216 millones menos que en 1990-1992.
Lo anterior demuestra que el crecimiento económico inclusivo, las inversiones agrícolas y la protección social, junto con la estabilidad política, hacen posible la eliminación del hambre.
Titulado “El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2015” (SOFI, por sus siglas en inglés), el reporte destacó que “por encima de todo, el factor que ha impulsado este progreso ha sido la voluntad política para hacer de la erradicación del hambre un objetivo primordial de desarrollo”.
Confirmó que África subsahariana es la región con la mayor prevalencia de subalimentación del mundo, con un porcentaje de 23.2 por ciento, casi una de cada cuatro personas.
Sin embargo, los países africanos que invirtieron más en la mejora de la productividad agrícola y en infraestructuras básicas también alcanzaron sus metas de hambre de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), en particular en África occidental.
Según el informe, presentado este miércoles en la sede de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la proporción de personas que padecen hambre en América Latina y el Caribe se ha reducido de 14.7 por ciento a 5.5 por ciento desde 1990.
Mientras la proporción de niños con falta de peso (de menos de cinco años de edad) también se redujo notablemente, de 7.0 a 2.7 por ciento.
“Este fuerte compromiso con la reducción del hambre se tradujo en importantes programas de protección social que -unidos a un sólido crecimiento económico- impulsaron los avances en todo el continente”, indicó.
Señaló que en Asia se observaron tendencias desiguales en diferentes regiones.
Los países de Asia oriental y el sureste asiático han logrado la reducción constante y rápida de ambos indicadores de la malnutrición, impulsados por la inversión en infraestructuras hídricas y saneamiento, así como por perspectivas económicas favorables.
En Asia meridional, la prevalencia de la subalimentación ha disminuido ligeramente, a 15.7 desde 23.9 por ciento, pero se ha conseguido un progreso mucho mayor en la reducción de la insuficiencia ponderal entre los niños pequeños.
La prevalencia de la subalimentación mide el porcentaje de personas que no pueden consumir alimentos suficientes para llevar una vida activa y saludable.
En África del Norte se está cerca de erradicar la inseguridad alimentaria severa, con una prevalencia de la subalimentación por debajo de 5.0 por ciento, a la vez que la calidad de la dieta representa una creciente preocupación en la región, que ha experimentado un aumento de la prevalencia del sobrepeso y la obesidad.
En Asia occidental, donde las condiciones de higiene son en general satisfactorias y las tasas de insuficiencia ponderal en los niños son bajas, la incidencia del hambre se ha incrementado debido a la guerra, los conflictos civiles y sus secuelas de un elevado número de migrantes y refugiados en algunos países.
Si bien no existe una única solución válida sobre cómo mejorar la seguridad alimentaria, el informe SOFI describió varios factores que han jugado un papel destacado para alcanzar las metas en la lucha contra el hambre.
En primer lugar, la mejora de la productividad agrícola -especialmente por los pequeños campesinos y los agricultores familiares-, conduce a aumentos importantes en la reducción del hambre y la pobreza.
Los países que lograron avances importantes en ese frente en África cumplieron con la meta del hambre de los ODM, mientras que los que tuvieron un progreso más lento no la alcanzaron.
En segundo lugar, mientras que el crecimiento económico es siempre beneficioso -sobre todo porque amplía la base de ingresos fiscales necesaria para financiar las transferencias sociales y otros programas de asistencia-, debe ser inclusivo para ayudar a reducir el hambre.
El crecimiento inclusivo ofrece una vía de utilidad probada para que los tienen menos activos y habilidades incrementen sus ingresos, y les proporciona la resiliencia que necesitan para capear las crisis naturales y originadas por el hombre.
El aumento de la productividad de la agricultura familiar es una forma efectiva para salir de la pobreza y el hambre.
En tercer lugar, la ampliación de la protección social -bonos de comida, transferencias de efectivo a los hogares vulnerables, programas de seguro médico o de comidas escolares, vinculados a veces a contratos garantizados de compra con los agricultores locales- se reflejó en gran medida en el progreso en la reducción del hambre.
Unos 150 millones de personas en todo el mundo no caen en la pobreza extrema gracias a la protección social, según el SOFI, pero más de dos tercios de los pobres del mundo todavía no tienen acceso a formas regulares y predecibles de asistencia social.
Destacó que las transferencias ayudan a los familias a gestionar el riesgo y mitigar los impactos que de otro modo los mantendrían atrapados en la pobreza y el hambre.