» Brasil: presente y futuro en un verano políticamente tormentoso

Esta nota fue creada el sábado, 24 enero, 2015 a las 22:41 hrs
Sección: El mundo

Brasilia.- “Jamás en los últimos dos decenios habíamos tenido un calor tan agobiante y cambios climáticos tan severos; pero estos han venido acompañados de un malestar político intolerable, con acontecimientos que no podían ser más catastróficos para Brasil”.

Así se expresa Marisa Alves, politóloga, investigadora de la Universidad de Brasilia, quien, de entrada, dice que el verano austral, coincidente con el arribo de una segunda oportunidad de gobernar para Dilma Rousseff, es especialmente agobiante.

En Río de Janeiro, a mediados del primer mes del año, los termómetros marcaron 48 grados -contra los 44 del estío de 1990-, con 31 grados a la una de la madrugada, asunto al que, para empeorar la situación, se suma la sequía y falta de agua en Sao Paulo, la más rica, poblada y conflictiva ciudad de América del Sur.

A pesar de las lluvias bíblicas de temporada, la gran urbe -capital del estado más pujante del país, turbina financiera y cerebro económico de la nación- enfrenta un grave racionamiento de agua a causa de su escasez en las represas que la surten, como informó el cuatro veces gobernador Geraldo Alckmin.

Los temporales y las tormentas, los truenos, rayos y centellas se han abatido abundantemente sobre Río, la llamada “cidade maravilhosa”: “Es castigo divino”, dice Atilio Ramos, ministro de la prolífica Iglesia Universal del Reino de Dios, fundada por Emir Macedo a fines del siglo anterior, comunidad que ha visto crecer geométricamente su feligresía, poder e influencia política.

Calles y avenidas se han vuelto torrentes y ríos que, impetuosos, derriban árboles a su paso, rompen cables de transmisión eléctrica y telefónica, dejando sin energía ni comunicación a barrios enteros, como respuesta –dice Ramos- de una naturaleza ofendida por el género humano y su mano inclemente y depredadora.

Utilizando una frase común en otros países latinoamericanos –refiere la profesora Alves-, en Brasil llueve sobre mojado, con la política colapsada y la economía en declive, a un paso de la recesión, y la corrupción y la ambición como banderas y signos de identidad.

Pesimista por naturaleza y por las decepciones que han estado presentes en numerosos episodios de su historia, hay épocas en que parece que las caídas de Brasil no terminarán nunca, como se lamenta los ciudadanos de la calle, del campo, en las ciudades, en la selva amazónica o en las costas atlánticas, en un Brasil dividido política y económicamente.

“La ciudadanía enfrenta una realidad incierta, en paralelo a la inauguración de un ciclo político que se suponía esperanzador, al refrendarse el encargo gubernamental de la presidenta Rousseff”, reflexiona la politóloga de la universidad capitalina.

Bajo esas condiciones climatológicas y de justicia incumplida, gobierno y oposición coinciden en un punto: hay que asumir que la red de corrupción que investiga el juez Sergio Moro en Petrobras tiene en la mira o detenidos a los responsables de su quebranto, para llevarlos a los tribunales, a todos, no sólo a unos cuántos.

Al “llueve sobre mojado” de la investigadora Alves se añaden dos ingredientes más: el primero, la corrupción propiciada por grandes contratistas de la construcción, que pone en riesgo las faraónicas obras de infraestructura planeadas para 2015, entre ellas la hidroeléctrica de Belo Monte, el trasvase del río San Francisco, la gigantesca carretera norte-sur y la ampliación ferroviaria nacional.

El segundo factor es la caída de los precios internacionales del petróleo, que indirectamente relacionados al conflicto de Petrobras, ponen a prueba la viabilidad económica de la primera empresa estatal de la nación, poseedora de enormes yacimientos descubiertos en aguas profundas, dados a conocer por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva en 2007.

Con una riqueza que Petrobras estima en hasta 50 mil millones de barriles de crudo recuperable, esos yacimientos –llamados técnicamente Presal- son fundamentales para hacer realidad el anhelo de Brasil de ubicarse en el Top-5 de la producción mundial antes de 2020.

Los precios del mercado, en caída libre a partir de diciembre de 2014, no ayudan en nada a los grandes proyectos que se planteó el gobierno que antecedió al de Dilma Rousseff, puesto que la perforación en aguas profundas es una de las más costosas de la industria

Petrobras –endeudada “hasta el cuello”, como lo ha reconocido su presidenta, Gracia Foster- contaba con las fuertes ganancias de producción para financiar una potente expansión frente a las costas de los estados de Río de Janeiro, Sao Paulo y Espíritu Santo, sumadas a las aportaciones de firmas extranjeras, deseosas de aprovechar las descomunales reservas submarinas de Brasil.

“No se trata de buena o mala suerte -concluye Marisa Alves-, sino de saber enfrentar las adversidades y la realidad tal como es, además de dejar atrás la historia del ´país de la esperanza´, término que nos impuso el escritor austriaco Stefan Zweig en la década de 1940, cuando Brasil estaba lejos de ser lo que, orgullosamente, somos tantos años después”.





           



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