Copiapó.- La vida de los copiapinos cambió en forma radical hace 10 días, cuando una torrencial e inusual lluvia inundó y generó aluviones en Copiapó, capital de la nortina Región de Atacama, que hoy se encuentra sumida en un fétido lodo achocolatado.
El ingreso a la ciudad desde la Ruta 5, carretera que une Chile en forma longitudinal, parece normal en sus primeros kilómetros, pero el panorama cambia en forma radical apenas se cruza el puente sobre el río Copiapó, el cual lleva un modesto caudal desde la cordillera al mar.
La mejor descripción respecto a la sustancia que se encuentra en el centro de Copiapó es que está inundada por un espeso lodo, similar al chocolate derretido que comerciantes ofrecen para cubrir frutas y que cae en cascadas en recipientes de dos y tres niveles.
El barro se pega al calzado y está presente tanto en la calzada como en las veredas. Es decir, no hay forma de escapar al fétido barro que inunda el centro histórico de esta ciudad y que amenaza con convertirse en un peligro sanitario.
Decenas de calles cerradas por las toneladas de tierra acumulada hacen que sean difíciles los desplazamientos, por lo que las autoridades decretaron “toque de queda” y restricción vehicular total para el centro de Copiapó para facilitar la operación de la maquinaria pesada.
Sólo aquellos que trabajan en la emergencia o tienen razones superiores pueden solicitar un “salvoconducto” al Ejército que les permita circular sin problemas de noche, cuando la maquinaria recorre la ciudad para despejar las calles.
Los soldados del Ejército y la Armada (Marina) se encuentran desplegados por la noche en los accesos de la ciudad para exigir a peatones y automóviles el documento, el que de no ser portado implica detención inmediata por unas horas.
Negocios cerrados y clases en la educación primaria y secundaria suspendidas son elementos que caracterizan por estos días a Copiapó, distante 813 kilómetros al norte de Santiago, cuyos habitantes intentan retornar a la normalidad tras el desastre.
Sin embargo, la solución parece lenta y de nunca acabar, ya que algunas calles, a poco de haber sido limpiadas, son inundadas nuevamente por un torrente de agua que baja desde las zonas altas de la ciudad.
De acuerdo con versiones oficiales, el servicio de alcantarillado se encuentra inundado de barro en 90 por ciento, por lo que las aguas servidas circulan por la superficie y convierten al lodo en un material hediondo que amenaza con convertirse en un grave problema de salubridad.
La principal interrogante de las personas que llaman por teléfono a los programas de radioemisoras locales y de quienes llegan a centros de salud es cuándo les tocará ser vacunados para evitar graves enfermedades como la hepatitis.
Hilda Valladares, “nacida y criada en Copiapó” y de 70 años de edad, señaló que “esta tragedia no se había visto antes. Yo recuerdo inundaciones, claro que como cada 10 o 15 años, pero nunca antes como esto que estamos sufriendo hoy”.
“Esto no tiene nombre. Nunca habíamos estado tanto tiempo encerrado en nuestras casas porque no se puede salir. Yo tengo una residencial en el centro (de Copiapó) y tengo que estar luchando para que el barrio no entre a la casa. Además, es imposible sacarse el barro de los zapatos así que imagine como tengo la casa”, comentó.
Jorge Miranda, un estudiante universitario de 23 años, afirmó por su parte que “esto es terrible, ya no sólo hay que lidiar con el barro sino también con el olor a excremento que inunda Copiapó desde la semana pasada”.
Añadió: “una vez que salgamos de ésta me gustaría que la justicia investigara esto. No creo que sólo una lluvia sea capaz de generar este desastre, yo creo que aquí pasó algo más, aquí hay alguien que tiene la culpa de esta inundación, no sólo es algo de la naturaleza, aquí alguien hizo algo mal”.
Miranda insinuó algo que parece ser un “secreto a voces” entre los copiapinos respecto que la actividad minera en la zona “algo” hizo que provocó la inundación no sólo de la capital regional, sino también de varias localidades de la Región de Atacama.
Se habla, pese a la negativa de las empresas y de las autoridades, de supuestos tranques y relaves mineros “reventados” por la acumulación de agua, producto de la lluvia, que habrían corrido cerro abajo por las quebradas arrasando con todo a su paso.
Valladares comentó: “a mis 70 años jamás había visto esto. Antes ha habido lluvias similares a ésta, inundaciones, pero jamás que aluviones dejaran este desastre, no puedo entender un castigo de la naturaleza de este tamaño”. “Ponga que aquí hay algo raro”, dijo.
De acuerdo al más reciente reporte de las autoridades, el frente de mal tiempo de la semana pasada dejó en el norte chileno un saldo parcial de 24 muertos y 83 desaparecidos, además de 29 mil damnificados y dos mil 856 albergados.
Seguramente serán esas cifras las que presionarán a la justicia para investigar si hubo intervención humana en la tragedia, una de las peores del norte chileno y que amenaza con prolongarse varios días más si no se aumentan los trabajos para limpiar las calles e intentar volver a la normalidad.