» Tras Carnaval, fortunas se convierten en basura en Sambódromo carioca

Río de Janeiro.- El ritmo de la percusión aún se escucha de fondo, mientras cientos de personas se afanan, sudorosas, por deshacerse de sus pesados disfraces, al tiempo que un camión de basura engulle las piezas de fantasía elaboradas durante todo un año.

Es el fin del Carnaval de Río de Janeiro, acaso el más lujoso y exuberante del planeta, y decenas de millones de dólares empleados en la compra y confección de telas y lentejuelas, así como las espectaculares carrozas, se convierten súbitamente en decenas de toneladas de basura.

Según la empresa recolectora de basura Comlurb, el Sambódromo generó este año 180 toneladas de basura, en buena parte originada por los disfraces que vistieron las más de 21 mil personas que desfilaron durante los dos días en que las mejores escuelas de samba exhibieron sus piezas.

“El trabajo que genera el carnaval es incomparable. Mucho más que la Copa del Mundo de futbol”, indicó el basurero Gildo Moreira, quien aguarda a las tres de la madrugada a que terminen los desfiles para limpiar los restos de disfraces que no son compactados por el camión.

El contraste entre el glamour del Sambódromo, pasarela inigualable de excesos y lujos, y la llamada zona de ‘dispersión’, al final del área de desfile, es impactante: las musas sambistas bajan de las carrozas en grúas, mientras algunos obreros cortan el metal y desensamblan los vehículos.

A pocos metros, en la salida, unas verjas impiden que los habitantes que viven en los alrededores del Sambódromo puedan apropiarse de algún disfraz, mientras algunos camiones se encargan de llevárselos para reciclar.

Y así todos los años. Porque, como marca la tradición, los disfraces deben ser destruidos al final del carnaval para que al año siguiente nuevas creaciones vuelvan a maravillar a todo Brasil. Al menos hasta que sean destruidos.