» Volcán de Colima, un espectáculo de la naturaleza para ver sin miedo

Esta nota fue creada el jueves, 26 febrero, 2015 a las 21:18 hrs
Sección: La Provincia

Colima, El Volcán de Fuego o de Colima es un espectáculo de la naturaleza al que debe verse sin miedo, y con el que hay que saber vivir y convivir, pues su comportamiento, con fases eruptivas y explosivas, ha sido el mismo durante varios siglos.

Mauricio Bretón González, investigador desde 1998 en el Observatorio Vulcanológico de la Universidad de Colima, responsable de la reconstrucción de la actividad histórica del volcán, ha elaborado un seguimiento completo de las erupciones que se han recogido a través de diversos medios desde el siglo XVI a la fecha.

Aclaró que si bien es un espectáculo, “también es nuestra obligación, como ciudadanos y como habitantes de la zona, estar siempre informados de lo que un volcán pueda ocasionar”.

En ese sentido, dijo que la población debe aprender qué hacer antes, durante y después de una erupción volcánica, ya sea atendiendo la información que emitan las oficinas de Protección Civil o, bien, exigiendo información sobre las amenazas que pueden ocurrir y sobre los daños que podría causarle esa erupción.

Aseguró que la actividad volcánica es un aspecto que preocupa y ocupa a los científicos, ya que la misma no ha dejado de existir desde hace muchos años, “y lo que hacemos es tratar de poner en operación el mayor número de equipos a su alrededor, que nos puedan dar elementos para hacer un pronóstico acertado”.

Bretón González, miembro del Comité Científico Asesor de Vigilancia Volcánica, y que ha desarrollado estudios sobre la historia eruptiva para determinar zonas de riesgo, mencionó que se tienen registros o al menos antecedentes sobre la actividad del Volcán de Fuego en los últimos 500 años.

Añadió que la reconstrucción histórica ha sido complicada, especialmente hasta antes de 1892, pues no se puede tener un registro tan preciso, pero sí saber de los eventos más grandes y del tiempo que ha pasado entre uno y otro.

De 1892 hacia atrás, dijo, se han obtenido datos a través de dibujos, pinturas, cartas e información que se cruzó de alguna u otra manera, sobre todo cuando existió alguna lluvia de ceniza, por ejemplo en los archivos parroquiales, donde los párrocos en calidad de historiadores recogían la información sobre algún evento.

Asimismo, por medio de la información que surgía en las jefaturas de gobierno o presidencias municipales, desde donde reportaban daños y qué hacer, no sólo con la actividad volcánica, sino con sismos o tormentas fuertes, entre otros fenómenos naturales.

“Hay registros que se han ido recogiendo, incluso los más antiguos, del siglo XVI, a través de una investigación en los archivos de Indias, de Sevilla, en España, del Archivo Real de Simancas, también en España, de la Biblioteca Nacional de Madrid, del Archivo General de la Nación de México, y de algunos libros de la época”, indicó.

No obstante, agregó, una parte importante viene a partir de la erupción de 1913, un evento de tipo pliniano que ocurre el 19 y 20 de enero de ese año, aunque a partir de 1892 se tienen registros sobre lo que se estaba haciendo en Ciudad Guzmán con el Observatorio Meteorológico y Vulcanológico.

“Desde ahí tenemos registros bastante aceptables sobre la actividad, principalmente en la etapa diurna, porque era cuando los observadores, gente del seminario, estaban viendo lo que ocurría, y registraban lo que era el evento, la altura, la dirección de los vientos, es decir, elementos muy buenos para el estudio”, manifestó.

Precisó que a partir de ese momento, 1892, y hasta 1909 aproximadamente, los registros son bastante efectivos, lo que permitió confirmar que en 1903 el volcán tuvo una etapa explosiva “muy vistosa, que es recogida en estos registros”.

Fue en 1913 cuando presentó otra erupción explosiva, de la que existen fotografías, y que generó un cráter que fue visto por algunos estudiosos de la época que subieron posteriormente, quienes afirmaron en ese entonces que tenía alrededor de 350 metros de profundidad.

“Luego viene un periodo revolucionario en México donde se pierden muchos datos y registros, inclusive no es un sitio visitado por exploradores de otros lugares, por las mismas circunstancias del país, se para durante los años veinte con el movimiento cristero, y es hasta los años treinta cuando se efectúan algunos estudios”, explicó.

Bretón González agregó que la actividad registra una etapa hasta 1957, pues se tienen evidencias de una reactivación importante que culmina a principios de los años 60, con diferentes eventos y el crecimiento de un domo, todo fotografiado por muchos habitantes de Colima que incluso subían a la cima y se metían al cráter.

Mencionó que posteriormente se dio una pausa hasta 1975 y 1976, donde el volcán vuelve a tener un episodio eruptivo de carácter efusivo, con la generación de algunos flujos de lava, sobre todo muy visibles por el lado Este, y a partir de ese momento se da un estudio sistemático de lo que son sus erupciones.

“Investigadores a nivel nacional e internacional empezaron a tener mayor atención sobre lo que estaba haciendo el Volcán de Fuego y se hicieron visitas más frecuentes de investigadores de Estados Unidos, Italia, de la UNAM, y se empezaron a generar las bases para lo que actualmente es el Observatorio Vulcanológico”, detalló.

Precisó que aun cuando la etapa de los años 80 no es de gran actividad eruptiva, a partir de 1991 se genera un cambio, y en 1994 se construye el edifico actual del Observatorio Vulcanológico, lo que generó algunos sistemas de vigilancia para hacer más sistemático el seguimiento de la actividad eruptiva.

Respecto a la conformación del Volcán de Fuego, refirió que es un estratovolcán, pues su edificio es característico de los volcanes poligenéticos, es decir, volcanes que hacen erupción muchas veces a lo largo de su vida y que van construyendo este edificio a base de capas o estratos, a diferencia de otros que sólo hacen erupción una vez en la vida.

“Su tamaño va creciendo o disminuyendo en función de sus erupciones; durante la de 1913, el volcán perdió aproximadamente 100 metros de su cima, que ya recuperó e inclusive superó; los volcanes van creciendo, se van formando con capas y capas de lava que los hacen que vayan aumentando su altura y su espesor”, indicó.

Reconoció que los volcanes de este tipo suelen cargar un peso y, con ello, romperse en algún momento en función de la consistencia, pero aclaró que, en este momento, por la altura y estructura que se ve, no es un volcán que esté agrietado, no se le ven fisuras importantes o que se pueda considerar que pueda haber un escenario de ruptura.

“Uno de los peligros volcánicos que pueden existir es la avalancha de escombros volcánicos, producto del rompimiento del edificio volcánico, como ha ocurrido en otros del mundo, el más nombrado en los últimos años ha sido el Monte Santa Elena, en 1980, y es un escenario que puede ocurrir en todos los volcanes con estas características”, dijo.

“Pondría en riesgo a toda la zona que esté alrededor del volcán, sobre todo la parte sur, donde están ciudades o poblaciones como Colima, Villa de Álvarez, Cuauhtémoc, Coquimatlán; hay evidencias geológicas de hace miles de años, de escombros volcánicos que están depositados sobre las actuales ciudades de Colima y Villa de Álvarez”, expuso.

Para el investigador, doctor en sismicidad y vulcanismo históricos por la Universidad de Granada, España, la actual no es una de las etapas eruptivas más importantes, pues haciendo un recuento de lo que ha pasado en otros siglos, la actividad continúa prácticamente como ha estado en otras épocas.

“La única diferencia es que hoy día tenemos una población muy importante alrededor del volcán, lo que no ocurría hace 100 ni 200 años, pues son alrededor de 450 mil habitantes en un radio de 35 kilómetros del volcán, que son los que en algún momento podrían ser afectados por alguno de los peligros volcánicos, tanto en Colima como en Jalisco”, dijo.

Como ejemplo de lo anterior, indicó que Ciudad Guzmán, Jalisco, fue afectada hace unas semanas por caída de ceniza producto de un evento eruptivo muy pequeño, mientras que en 1913 se registró una caída de ceniza importante, la cual llegó a lugares más apartados, como la ciudad de Saltillo, Coahuila, a 700 kilómetros de distancia del volcán.

El fenómeno de ese año afectó a otras ciudades, como Zacatecas, Guanajuato, Aguascalientes, “lo que no ha ocurrido desde ese entonces”.

A pregunta expresa, Mauricio Bretón admite la hipótesis de que el Volcán de Colima registra fuertes erupciones cada 100 años, aproximadamente.

“En 1818 hay un evento eruptivo también importante, el 15 de febrero, luego en enero de 1913, en menos de 100 años, y hay quienes han querido establecer un periodo donde se producen erupciones de tipo pliniano cada 100 años.

En ese contexto, precisó que es un volcán activo que en cualquier momento puede tener una explosión que genere flujos piroclásticos, por lo que es un área que debe ser considerada con las reservas del caso, sobre todo limitando el acceso a zonas menores de 8 kilómetros de distancia del cráter en línea recta.

Refirió que un ejemplo de esa medida es La Yerbabuena, población colimense que está a 8.5 kilómetros, edificada sobre un depósito de flujo piroclástico de algunos metros de espesor producto de la actividad de 1913, por lo que es un sitio donde ya ha ocurrido una caída de material que podría volver a caer en cualquier momento.

“El flujo piroclástico es rocas y cenizas ardientes que bajan por las pendientes del volcán con velocidades bastante altas y que obviamente van quemando todo lo que se encuentran, y el material en el que está asentada la población de La Yerbabuena es producto de un flujo piroclástico de la actividad explosiva de 1913”, explicó.

El investigador manifestó que, mientras tanto, la actividad volcánica “nos preocupa y nos ocupa”, ya que no ha dejado de existir, “y lo que nosotros hacemos para su estudio es tratar de poner en operación el mayor número de equipos alrededor del volcán, que nos puedan dar elementos para hacer un pronóstico de una erupción”.

Asimismo, afirmó que el equipo nunca es suficiente para un volcán activo, pues sufren las inclemencias del tiempo, deterioro natural, actos de vandalismo, además de que se hacen obsoletos por la nueva tecnología, “y siempre hay que estar reponiendo, pero el actual no basta para la tarea”.

Al abundar, dijo que se tenían 10 estaciones y ahora se trabaja con dos. “Hemos perdido ocho, y seguimos trabajando y viéndolo, pero eso siempre va afectar en el momento de hacer un pronóstico adecuado”.

Reconoció que hacen falta mayores recursos para la vigilancia volcánica.

Destacó también que no se tienen elementos para pronosticar una gran erupción explosiva.

“Lo que sí le puedo contestar es, que en caso de que se presente un evento 1913, la afectación sí podría ser mayor que la que hubo en aquel entonces, por la población que está involucrada alrededor del volcán; cuándo va a ser, no lo sabemos, pero cuando ocurra, sí que puede haber una mayor afectación a las áreas cercanas al volcán”, resaltó.

Mauricio Bretón aclaró también que los terremotos que se han registrado durante la historia de Colima no tienen relación alguna con la actividad volcánica, sino que tienen un origen tectónico.

“La sismicidad que genera un volcán sólo se siente en el área volcánica, y los sismos como el del 21 de enero de 2003 tienen su origen en la actividad tectónica, es decir, la subducción de placas, eso es lo que los ocasiona”, puntualizó.

En cuanto al estudio y las acciones en torno al fenómeno volcánico, aseveró que todos tienen una responsabilidad:

“Los científicos, en generar información sobre las condiciones; Protección Civil, en transmitir a la población esa información; ésta, en estar al pendiente de esa información y actuar en consecuencia, y el gobierno, en lo que son los presupuestos, pues esto lleva gastos en todos los sentidos”.

Bretón González insistió en que parte de esa responsabilidad en la población es el aprender a vivir y convivir con el volcán, atendiendo las recomendaciones y no a los rumores, pues aseguró que éstos son peor que cualquier peligro volcánico.

Por ello, el investigador Mauricio Bretón concluye con una invitación a la población:

“Que vea el fenómeno volcánico no con miedo, es un espectáculo de la naturaleza, y como lo dije, hay que saber vivir y convivir con el volcán, y es nuestra obligación como ciudadanos, como habitantes de la zona, estar siempre informados de lo que un volcán pueda ocasionar”.





           



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