El medicamento que por más años ha sido estudiado para inhibir el trabajo de las plaquetas es la aspirina, que por más de 100 años ha sido utilizada contra el dolor. Sin embargo, hace apenas 20 años que aprendimos que los médicos en general y los cardiólogos en particular, necesitábamos un arsenal de medicamentos más amplio que la pura aspirina, ya que empezamos a conocer realmente a las plaquetas.
Primero les quiero contar brevemente la historia del ácido acetil salicílico, cuya creación necesitó una gran dosis de amor. A fines del siglo XIX, el químico alemán Félix Hoffmann regresó a su casa como cada mes, a visitar a su padre, un anciano con terribles dolores articulares que le limitaban enormemente el movimiento.
Se mejoraba de manera considerable con el ácido salicílico, que pocos años antes se había sintetizado a partir de la corteza del árbol llamado arce, pero le provocaba una irritación tan tremenda del estómago, que a veces no podía ni comer.
Le pidió encarecidamente a su hijo Félix que buscara alguna alternativa para poder ayudarlo y en un acto de amor a su padre, se dedicó febrilmente a investigar compuestos relacionados que fueran mejor tolerados y encontró así el ácido acetilsalicílico, que conocemos como aspirina y que permitió a su padre tener un poco de alivio.
La segunda historia tiene que ver directamente con las plaquetas llamadas también trombocitos, que son fragmentos celulares que se encuentran en la sangre. Como las otras células, con quienes comparte el río viviente que representa la sangre, proviene de la médula de los huesos.
En este sitio, una gran célula compuesta por varias que se unen, conocida como megacariocito(literalmente “célula de núcleo gigante”), da origen a fragmentos de ella que es lo que llamamos plaquetas (“placas pequeñas”) o trombocitos (células formadoras de trombos o coágulos). Siempre habíamos creído que las plaquetas tenían como función única, unirse para evitar que un vaso sanguíneo lesionado, siguiera sangrando.
Ahora sabemos que interacciona durante toda nuestra vida con el endotelio, del cual les hablo en otra Corazonada, por lo que juega un papel crucial en la salud y en la enfermedad, sobre todo en la llamada ateroesclerosis que es la base para que las personas padezcan un infarto o angina de pecho.
Esto es porque las plaquetas tienen una función que no conocíamos antes: produce múltiples sustancias que tienen varias acciones en el cuerpo. Sintetizan un factor de crecimiento celular, que es una proteína y que en condiciones normales nos sirve para reparar vasos sanguíneos lesionados, pero en caso de una enfermedad como la hipertensión, el colesterol alto y aún en el tabaquismo, favorece la ateroesclerosis como ya comentaba.
En la Figura 1, les muestro una imagen de un grupo de plaquetas que con una técnica especial a través del microscopio nos permite verlas en reposo.
Cuando se activan, son capaces de atraer a miles de plaquetas más, además de activar la cascada de la coagulación que se logra a través de una proteína derivada del hígado conocida como fibrinógeno y de manera sorprendente, además activa a un sistema interno que todos los humanos tenemos para deshacer un exceso de coágulos, conocido como sistema de la plasmina.
Es decir, las plaquetas activadas, como las que les muestro en la Figura 2, son capaces de producir miles de sustancias para atraer otras plaquetas, hacer que se peguen una con otra, activar la coagulación, pero al mismo tiempo activar el sistema contra la coagulación. ¡Todo un gran logro para un pedacito de célula que mide menos de la mitad de un glóbulo rojo de la sangre!.
Cuando toda esta información empezó a salir a la luz, se pudieron inventar medicamentos que trabajaran contra cada una de estas funciones, así que en 1998 aparece el clopidogrel, que hasta la fecha usamos con los nombres Plavix e Iscover, que son marcas registradas y que nos han permitido avanzar a pasos agigantados en el tratamiento de las arterias tapadas.
En el infarto agudo del miocardio y la angina de pecho inestable, empezamos a usar también otros antiplaquetarios muy poderosos como el abxicimab y el tirofibán que sólo usamos en la fase aguda, en tanto que el clopidogrel, es usado por un año en pacientes a los que les colocamos un stent en una coronaria para mantenerla abierta.
Ojalá les hayan interesado estas dos historias: la de la aspirina, una historia de amor que motivó la investigación y la de las plaquetas, que casi hemos terminado de entender y cuyo funcionamiento salva vidas, pero que a veces nos provoca una obstrucción de las arterias que nos obliga a usar medicamentos para bloquear sus múltiples funciones, una historia que todavía se está desarrollando.
Cierra la columna de esta semana, con un profundo dolor por la pérdida de la Sra. Altagracia Rojo Camacho, mamá de mi esposa y una segunda madre para el que esto escribe. Descanse en paz.
Mail: ricardo.jauregui03@gmail.com