» El “Día del Juicio Final” llegó para involucrados en el caso Petrobras

Esta nota fue creada el sábado, 21 marzo, 2015 a las 20:57 hrs
Sección: El mundo

Brasilia.- Ante lo que el periódico británico The Economist llamó la “tormenta perfecta” de Dilma Rousseff por la caída de la economía de Brasil al iniciar su segunda administración gubernamental, los analistas financieros aseguran que ese descenso tiene relación con las implicaciones generadas por el escándalo de corrupción en Petrobras.

Al cumplirse el primer año de la puesta en marcha de una investigación sobre el caso, conocida como “Lava Jato”, reaparecieron los nombres de Alberto Yousseff, Paulo Roberto Costa y un directivo de la empresa de ingeniería Toyo-Setal, Julio Camargo.

Los personajes mencionados-sujetos a proceso por órdenes del juez Sergio Moro, a cargo de las investigaciones de “Lava Jato”-, revelaron la existencia de un “club” de trece empresas constructoras que recibían contratos ilegales de la empresa petrolera.

Desde su fundación en 1953, Petrobras había sido el orgullo de Brasil, hasta que el 17 de marzo de 2014 se inició la investigación que llevó al descubrimiento de una vastísima red de corrupción en la compañía, hecho sin precedentes en la historia reciente de la nación sudamericana.

Hubo filtraciones evidentes que, además, señalaban que parte del dinero pagado en sobornos ingresó durante más de diez años a las cuentas bancarias de varias organizaciones políticas, entre ellas el Partido de los Trabajadores (PT) de la presidenta Dilma Rousseff, cuyo tesorero, Joao Vaccari, fue detenido para ser investigado.

El asunto adquirió tales dimensiones que, sin duda, representó un serio golpe al establishment empresarial, político, bancario y financiero de Brasil, puesto que las más importantes compañías constructoras investigadas eran responsables de ocho de las diez mayores obras de infraestructura de la nación.

El presidente del Tribunal de Cuentas de la Unión, Augusto Nardes, afirmó con preocupación a fines de 2014, que el caso tenía el potencial de parar al país si nueve mayores empresas bajo sospecha fuesen finalmente declaradas “no idóneas” para firmar contratos con el sector gubernamental.

El 16 de noviembre de 2014 ocurrió el segundo momento extraordinario para el comisario de la Policía Federal encargado de investigar los antecedentes del caso, Márcio Adriano Anselmo y un par de sus compañeros, a quienes se sumarían millones de ciudadanos brasileños: la detención, dos días antes, de 21 ejecutivos de esas nueve grandes empresas constructoras.

Los agentes federales se enteraron entonces de que estaban de por medio contratos que sumaban 23 mil millones de dólares – 60 mil millones de reales brasileños- con Petrobras, la mayor empresa de participación estatal en América Latina.

Anselmo y su equipo bautizaron el sábado 15 de noviembre de 2014 como el “Día del Juicio Final”, fecha memorable y de orgullo para ellos, por ser también el Día de la Proclamación de la República y, el domingo 16, el aniversario de la creación de la Policía Federal.

Ese día, 16 meses después de que el comisario Márcio Anselmo viera por el espejo retrovisor de su automóvil la casa de cambio que poseía Carlos Habib Chater en una gasolinería de Brasilia, la presidenta del país, Dilma Rousseff, dijo en viaje de trabajo desde Australia que la “Operación Lava Jato” podía cambiar a Brasil para siempre.

Sin que a la mandataria le faltara razón, a esa investigación se han sucedido otras, como la apertura realizada por las autoridades de administración tributaria de Brasil el 15 de febrero último, para determinar su alguno de los ejecutivos detenidos por el escándalo de corrupción en Petrobras tiene cuentas no declaradas en el banco HSBC en Suiza.

El consorcio financiero británico admitió a mediados de febrero pasado que no cumplió con los criterios de control en su banco privado en la nación helvética, después de que informes filtrados por uno de sus empleados –en lo que ya se conoce como “Swissleaks”- lo acusaran de ayudar a sus clientes a ocultar miles de millones de dólares en activos hasta 2007.

En las marchas organizadas el domingo 15 de marzo último por “Vem pra rúa”, “Movimento Brasil Libre” y “Revoltados Online”, éstos y sus miles de prosélitos exigieron, entre otras duras demandas, la renuncia de Dilma Rousseff, quien de inmediato se mostró dispuesta a dialogar; pero cercada de fantasmas.

Las quejas callejeras hicieron ver que ella fue, con su antecesor, Luiz Inácio Lula da Silva, protagonista de una espejeante e ilusoria prosperidad puesta como modelo a seguir, en cuyo escenario feliz de hace pocos años no figuraban los ilícitos en Petrobras que hoy oscurecen el bello y verde rostro del Brasil de mejores tiempos.





           



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