» Presto mis ojos a quienes no ven

Esta nota fue creada el miércoles, 10 junio, 2015 a las 11:27 hrs
Sección: ¿Sabías que?

A la Sala para débiles visuales de la Biblioteca México acuden a diario casi una veintena de usuarios incluyendo ciegos; ahí pueden encontrar a Irma, quien aprovecha al máximo la poca visión que conserva, los orienta y acompaña: “presto mis ojos a quienes no ven”.

Y no es presunción, así lo hacen todos quienes trabajan en el recinto, a un costado de la plaza de la Ciudadela: ciegos, débiles y normo visuales. Prestan sus conocimientos y sus sentidos, de manera que pueden destinar desde una hora hasta 90 minutos para atender a un usuario.

Ese ánimo es una de las razones por las que la sala mantiene una comunidad base de usuarios, algunos desde hace 23 años cuando comenzó a dar servicio. Hay quienes la primera vez acudieron a consultar textos de educación básica y ahora siguen sus visitas ya cursando maestría.

Rosa Susana Gamboa Cano coordina el lugar, es bibliotecaria. En la licenciatura no le enseñaron a trabajar con personas con capacidades diferentes; hoy sabe que para hacerlo se requiere primero la aceptación y, en su caso, la mejor herramienta fue su decisión de aprender el braille.

Es un primer lazo de identificación con quienes llegan, se desplazan con seguridad y confianza, y con habilidad deslizan el tacto por las marcas del braille para leer una obra de la literatura clásica, uno de los fuertes en el acervo de la sala.

El tipo de papel en que se imprimen los ejemplares, y las características del alfabeto creado por el francés Luis Braille, hacen que un libro de unas 250 páginas en tinta, por ejemplo El perfume, de Patrick Suskind, se extienda a cuatro tomos y en hojas de mayor dimensión.

Son elementos que ya hacen diferente esta sala que además acoge a personas de la comunidad sorda: es funcional y encuentran disposición del personal, material para consulta y, adicional, la seguridad de un espacio donde son acogidos y pueden socializar.

La sala para débiles visuales cuenta también con material en tinta: diccionarios y enciclopedias, textos de matemáticas, ciencias holísticas, entre muchas otras materias; facilita la consulta en web y cabinas para que los usuarios hagan uso del catálogo de audiolibros.

Cuando no se dispone del material solicitado, la coordinación se encarga de pedirlo en préstamo inter bibliotecario, o de orientar al usuario en dónde puede localizarlo, por ejemplo la Biblioteca Vasconcelos.

Rosa reconoce la labor del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), para facilitar cursos al personal, incluyendo algunos de superación personal que apoyan su labor, pero admite que la disposición nadie la enseña, debe surgir del convencimiento de cada individuo.

Pone como ejemplo la asesoría que por voluntad se presta a quien no entiende una fórmula matemática, un concepto; o quien, cuando le leen un libro, pide la descripción de una imagen.

El reto entonces es encontrar las palabras adecuadas, ser sutil o abierto en los criterios; todas, tareas que amplían los propios conocimientos y finalmente forman vínculos con un ser humano que entrega su seguridad física y emocional.

Rosa recuerda una experiencia: hace una década una joven ciega en situación de calle comenzó a frecuentar la sala. Fue el principio para un cambio de vida. Ahí se sintió acogida, le dieron confianza, comenzó su preparación académica y hoy trabaja, estudia, y es promotora de derechos humanos.

En México hay avances para la inclusión de personas con capacidades diferentes, reconoce Rosa, aunque advierte también carencias: “no son diferentes, sólo que no ven, y estamos en un mundo muy visual”.





           



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